La casa de Republiquetas


El 27 de diciembre de 1968, cuando Alicia cumplía 5 años, Pedro y Elvira escrituraron la casa de Republiquetas 4416, donde ambos vivieron el resto de sus vidas. Seguramente Alicia no lo recuerde de ese modo, pero bien puede decirse que la casa resultó ser su más importante regalo de cumpleaños.





Siempre me pregunté cómo pudieron comprar, un obrero mecánico y una costurera ama de casa, una vivienda de esas dimensiones, un verdadero lujo todavía hoy y más en esa época. La escritura da algunas pistas. Veamos:

“Se realiza esta venta por el precio total y convenido de SEIS MILLONES CUATROCIENTOS MIL PESOS MONEDA NACIONAL DE CURSO LEGAL, que el vendedor manifiesta haber recibido íntegramente antes de este acto, de manos del comprador, al contado y en dinero en efectivo”.


Cuatro días antes de la escrituración, el ministro de Economía del gobierno dictatorial de Onganía, Adalbert Krieger Vasena, anunciaba en conferencia de prensa que el Salario Mínimo, Vital y Móvil se establecía en 15.000 pesos moneda nacional. La casa de Republiquetas costó, por lo tanto, 426 salarios mínimos: 35 años de trabajo. O, llevado a dólares, cerca de 18.000 u$s, para la época un dineral (en aquel entonces no se habituaba a comprar/vender propiedades en dólares; el país entró en la costumbre “bimonetaria” para la transacción de propiedades una dictadura después, tras el plan económico instaurado en 1976).


Es sabido que en esa época los trabajadores de la industria automotriz eran de los mejores pagos del país: el dato fue repetido insistentemente por el régimen de Onganía por televisión, radio y prensa escrita 5 meses después, cuando estalló el Cordobazo, protagonizado precisamente por trabajadores bien pagos (el gobierno decía eso para desprestigiarlos, pero las luchas, además de motivos económicos, tenían una fuerte impronta democrática, antidictatorial). Entre las principales fábricas desde donde se movilizaban los obreros del Cordobazo estaban la IKA-Renault y Fiat- Concord. Pero Pedro vivía y trabajaba bien lejos de todo aquello: iba cada mañana, desde Saavedra, hasta la planta de Peugeot, en la rotonda de Alpargatas, Berazategui, donde no llegaban los aires de rebeldía sindical. Sí se veía beneficiado, en cambio, por los resultados de aquellas luchas: los salarios de los gremios más combativos, como los mecánicos del Smata, quintuplicaban el salario promedio de entonces. Se estima que un obrero automotriz cobraba, aproximadamente, 85.000 pesos moneda nacional. Un muy buen sueldo, pero aun así comprar una propiedad requería un ahorro casi inalcanzable.


Según consta en la escritura, Pedro pagó en ese momento, de su propia cosecha, 1.900.000 pesos; los restantes 2.700.000 fueron un préstamo que se efectivizó ahí mismo y que dejó como resultado la hipoteca de la casa que acababa de comprar.

No era poco dinero, pero tampoco una cifra inexplicable: considerando el salario promedio de la industria automotriz, Pedro debió contar con el equivalente a 22 sueldos para reunir esos casi 2 millones de pesos. El resto, prestado, debía devolverlo de este modo:

“El señor Pedro Pablo Solana ha recibido antes de ahora en calidad de préstamo, de manos de los señores Marcos, Raposo de Saster, Lagares de Sasso, Perez, Lasa, García de Ulloa, Torián, Garré de Tabares y Cárdenas Valdez, en dinero efectivo y a su entera satisfacción, la cantidad de DOS MILLONES SETECIENTOS MIL PESOS MONEDA NACIONAL DE CURSO LEGAL,.- Que a la seguridad y garantía de esa suma, sus intereses y demás accesorios legales a estipularse, GRAVA con derecho real de HIPOTECA EN PRIMER GRADO a favor de sus acreedores, el mismo bien que por este acto adquiere".

El escribano que certificó la transacción (y que, seguramente, haya estado detrás del diseño de los préstamos y de la hipoteca) era José Pano, un amigo de la familia.

Para levantar la hipoteca, Pedro debió pagar tres cuotas anuales consecutivas de 900.000 pesos cada una: prácticamente 10 de los 12 sueldos anuales (13 con los dos medios aguinaldos) destinados casi exclusivamente a seguir pagando la casa, por tres años más.

La casa había sido construida en 1962 y terminada en 1963, cuando se realizó su primera escritura (nació con Alicia, también se podría decir). Su primer propietario fue Leonardo Victorio Spada, quien la habitó junto a su esposa, Isabel Jurado de Spada: una pareja que, al momento de venderla, rondaba los 60 años. Pedro, en cambio, a finales de 1968 era un joven trabajador de 37 años, y Elvira más joven aún: tenía 30 cuando la casa se escrituró. Llevaban 7 años de casados.



Al firmar la escritura, figura como domicilio de Elvira la calle Ciudad de la Paz 3212: donde funcionó el taller en el que Pedro trabajó al dejar la Peugeot. ¿Habrá podido poner a funcionar el taller aun cuando él trabajaba, todavía, en la planta de Alpargatas? ¿Cuánto sumaba a la economía de la pareja el aporte de Elvira, que hacía trabajos de costura de manera particular?

Sea cual fuere la respuesta, lo cierto es que, para comprar primero el galpón de Ciudad de la Paz donde funcionó el taller y luego la casa, el matrimonio debió concentrarse en trabajar y trabajar (Pablo nacerá en diciembre de 1971: fecha exacta en que estaba estipulado terminar de pagar la tercera y última cuota anual de la hipoteca de la casa de Republiquetas).

Cuando nace Viviana, en 1975, la casa todavía mantiene su estructura original. Fue refaccionada en 1984 –mismo año en que Republiquetas pasó a llamarse Crisólogo Larralde– aunque no cambió su aspecto exterior. Su disposición interior, muy poco: se amplió la cocina-comedor y se construyó, en la primera planta, un baño, una habitación y el lavadero.

Fue la casa más linda de la cuadra hasta este año. A partir de ahora habrá que recordarla, nomás.



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